Viernes, 11 de Abril 2025, 09:36h
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Creo que las cosas de las que más me arrepiento en mi trabajo es, en algunas ocasiones en los inicios de mi carrera, de no haber seguido mi instinto y haber claudicado ante las presiones de productores, realizando cortes en mis películas que me parecían –y me siguen pareciendo a pesar de los años transcurridos– totalmente innecesarios. Una de las cosas en las que más insisto ante los estudiantes de cine cuando doy una clase en alguna escuela es «Comete tus propios errores».
Weinstein le pidió al legendario Miyazaki que redujera la duración de 'La princesa Mononoke'. Miyazaki le envió un regalo: una katana de samurái con una nota que decía: "Sin cortes"
Eso no quiere decir en modo alguno que no haya que escuchar las opiniones de los demás. Sí, hay que escucharlas, pero al fin y al cabo quien firma la película eres tú y el que se llevará las alabanzas o las críticas eres tú también, así que más vale que cuando te pongan a caer de un burro o todo lo contrario sea por algo que tú has decidido y no por algo que aceptaste con resignación. En el fondo, nadie sabe nada, y en el cine, menos aún.
Son legendarios los 'memos' que intercambiaba el productor David O. Selznick con sus directores, a los que instaba, entre otras cosas, a reducir el tiempo que los personajes pasaban comiendo o besándose, arguyendo que nadie quería ver a Clark Gable besando a nadie, dado que sus dientes eran demasiado grandes. Tuvo que comerse sus palabras porque la escena que todo el mundo recuerda de Lo que el viento se llevó, además de la del incendio, es la del beso entre Gable y Vivien Leigh (a cuya elección O. Selznick se había opuesto).
Otro de los productores (hoy en la cárcel, condenado por abusar sexualmente de varias mujeres) famoso por intervenir como un elefante en una cacharrería en el montaje de las películas que producía el estudio que fundó junto con su hermano, Miramax, era Harvey Weinstein. Bong Joon-ho tuvo que mentirle a Weinstein sobre su padre para conservar una escena de Snowpiercer (diciéndole que esa situación le ocurrió a él), mientras que Quentin Tarantino tuvo que discutir durante meses (e incluso amenazarle con romperle la cara) para conservar la famosa escena de tortura de Mr. Blonde en Reservoir dogs. Aun así, la mayoría de las veces, las peticiones de Weinstein se cumplían y los directores (algunos no volvieron a dirigir) claudicaban.
Sin embargo, una de las pocas veces que Weinstein no se salió con la suya, tanto a nivel profesional como personal, fue cuando le pidió al legendario Hayao Miyazaki, del Studio Ghibli, que redujera la duración de su película animada de 1997, La princesa Mononoke, de 135 minutos a 90 minutos. Miyazaki se negó tajantemente y le envió un regalo: una katana de samurái con una nota que decía: «Sin cortes». Weinstein se encabronó todavía más y amenazó con romper el acuerdo para distribuir la película. Miyazaki se había reservado los derechos de la película, por lo que Weinstein no pudo nunca hacer los cortes sin el permiso del animador. Weinstein 'bombardeó' a Miyazaki con amenazas, pero el icono del cine japonés se mantuvo firme. «Lo derroté», declaró a The Guardian en 2010. La película, en su duración original, fue un éxito en todo el mundo.
No sé dónde estará esa espada, pero creo que es la única arma que me gustaría poseer.
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